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Historia de la ORDEN





Historia del Origen de la Orden DeMolay

Era un día común cuando una llamada telefónica, en enero de 1919, marcó el inicio de un movimiento que, décadas después, prepararía a jóvenes de los Estados Unidos y del mundo para convertirse en líderes de bien. Frank S. Land fue quien recibió esa llamada de Sam Freet, un miembro recién instalado. Sam le dijo:

—Frank, quiero pedirte un favor. Uno de nuestros miembros, Elmer E. Lower, falleció hace un año. ¿Podrías encontrarle trabajo a su hijo mayor, Luis? Es uno de los jóvenes más finos y buenos que he conocido.

—Sam, me llamaste en el momento indicado. Estaré encantado de hablar con el chico. Si puedes hacer que venga después de la escuela, envíamelo. Estaré esperando conocerlo.

La tarde siguiente, Luis llegó puntual a la entrevista. Apenas Frank le estrechó la mano, sintió que ese joven traería experiencias que los unirían en los años venideros. Luis tenía carácter, era honesto, mostraba liderazgo y contaba con las habilidades de un atleta. Frank pensó para sí mismo que, de haber tenido un hijo, hubiera querido que fuera como él.

Durante la entrevista, conversaron sobre las aspiraciones de Luis de unirse al equipo de atletismo de la escuela y sobre su posición en el béisbol. A pesar de estar pasando por momentos difíciles, Luis expresó su deseo de terminar la escuela secundaria y luego dedicarse a ayudar a otros. Frank lo alentó, diciéndole que, si se lo proponía, lograría su meta. También hablaron sobre su padre. Luis, tras dudar un poco, respondió que su padre había sido el mejor que cualquier joven podría desear.

Esa noche, Nell Land, la esposa de Frank, notó algo inusual en él. Le comentó:

—Frank, parece que encontraste a un viejo amigo perdido.

Frank le respondió que no se trataba de un viejo amigo, sino de un nuevo amigo joven, y le contó que Luis era uno de los jóvenes más nobles que había conocido. Le mencionó que Luis trabajaría con él en la oficina y que le gustaría llevarlo a misa los miércoles, para guiarlo con las enseñanzas del cristianismo. Nell aprobó la idea y sugirió invitar a Luis y a algunos de sus amigos a cenar.

La cena no se realizó hasta mediados de febrero. En esa ocasión, Frank le preguntó a Luis con quién pasaba su tiempo libre, y Luis mencionó que tenía amigos en su barrio. Fue entonces cuando Frank le planteó la idea que cambiaría la historia:

—¿Te gustaría formar un club y reunirte aquí en el Templo?

Luis pensó en la propuesta y el 19 de febrero de 1919, llegó al Templo con ocho amigos: Ralph Sewell, Elmer Dorsey, Edmund Marshall, Jerome Jacobson, William Steinhibler, Ivan Bentley, Gorman McBride y Clyde Stream. Formaban un grupo de nueve jóvenes, quienes se destacaban por su energía y determinación.

Frank los recibió y les mostró el edificio. Les mencionó que, si decidían formar un club, ese lugar sería ideal para sus reuniones. Durante la reunión, surgió un problema: elegir un nombre para el grupo. Se sugirieron nombres con letras griegas, pero la idea fue rechazada por ser demasiado común en fraternidades universitarias. Querían un nombre con significado y distinción, por lo que pidieron sugerencias a Frank.

Frank, mirando las paredes decoradas con imágenes del caballero Galahad y los Caballeros de la Mesa Redonda, sugirió un nombre, pero no tuvo aceptación. Entonces, Stream, uno de los jóvenes, le pidió a Frank que sugiriera el nombre de alguna figura relacionada con la masonería, dado que se reunían en un Templo Masónico. Frank, sonriendo, les contó la historia de Jacques DeMolay, el último Gran Maestre de los Caballeros Templarios, una figura que encarnaba el heroísmo, la lealtad y el coraje. Los jóvenes quedaron fascinados con la historia y querían adoptar ese nombre de inmediato. Sin embargo, Frank les sugirió que pensaran bien antes de tomar una decisión definitiva.

El 24 de marzo de 1919, la Orden DeMolay fue oficialmente fundada. Aunque, con el tiempo, se adoptó el 18 de marzo, el día de la muerte de Jacques DeMolay, como una fecha emblemática para la organización. Esa noche, 31 jóvenes se reunieron en el Templo del Rito Escocés. Frank les dio la bienvenida y explicó brevemente sus ideas para el club, aclarando que él solo serviría como asesor. Les instó a elegir oficiales para organizarse mejor.

Con el paso de los meses, la Orden DeMolay creció rápidamente. Al ver el aumento de miembros, algunos propusieron limitar la cantidad a 75. Esta propuesta fue llevada ante Frank, quien no la apoyó ni la rechazó de inmediato. Sin embargo, cuando el comité votó unánimemente a favor de la limitación, Frank se levantó de su asiento y les dijo que estaban siendo egoístas. Les recordó que había otros jóvenes en la ciudad con el mismo potencial, y que para que la Orden DeMolay fuera grande, debía serlo en número. La propuesta fue rechazada, permitiendo que la Orden creciera y eventualmente llegara a lugares como nuestro país.

Gracias a la decisión de no limitar su crecimiento, la Orden DeMolay prosperó. Nuevos miembros y capítulos fueron establecidos en todo Estados Unidos y, más tarde, en el resto del mundo, enriqueciendo las vidas de miles de jóvenes que, como Luis y sus amigos, encontraron en la Orden un camino hacia el liderazgo y la nobleza.